Bajo el sol de invierno by S. F. Tale

Bajo el sol de invierno by S. F. Tale

autor:S. F. Tale [Tale, S. F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-12-07T00:00:00+00:00


Capítulo 10

—Minerva, ¿no tomas té? —le inquirió lady Susan, que la escrutaba no para mal, sino buscando una explicación a su desgana.

Ella negó con la cabeza. La noche pasada apenas había cenado, para disgusto de su madre, y había sido la madrugada más larga de su vida: ¡le había sido imposible conciliar el sueño!, aunque solo fuese por una hora.

Los miedos le aterían los huesos, temblaba como una hoja antes de desprenderse de la rama de la que estaba prendida, pues temía lo que Robbie pudiera hacer al estar al lado de Lockwood. Él le había prometido que iba a mantener las formas, ya que solo iría a fastidiar a todos, además de estar con ella y no dejarla, de nuevo, sola, con ese grupo de mujeres cuyos pensamientos nadie entendía.

Había dado vueltas descalza por toda la habitación como si fuese un animal enjaulado en el zoológico de Regent’s Park. Sus pasos se acompasaban a los latidos frenéticos de su corazón. Se mordía las uñas y los pellejos, ya que la ansiedad la empujaba a llevarse los dedos a la boca, un acto que para una señorita no era el adecuado. Lo único que quería era correr, irse lejos y gritar hasta quedarse afónica; tanto el peso del mundo como el de su propia existencia se cargaba sobre sus hombros y no lo soportaba más.

El amanecer, al despertar en el horizonte de la ciudad, más allá del río Támesis, la halló en el suelo, llorando sin hacer ruido. Todo el día continuó así, sin salir de su cuarto, hasta que no le quedó más remedio.

En cuanto llegó Lockwood, tenía tanto miedo que estuvo a punto de echarse a llorar debido a miles de preguntas y dudas que se le acumularon en la cabeza. Robbie no aparecía y su peor sospecha podía cumplirse: lady Anne, la mujer que estaba sentada a su lado tan afable, pudo haberle prohibido a su hijo presentarse en la casa. Era tal su estado de nervios que no se fiaba de ninguna de las personas que estaban ahí reunidas: su madre, lady Anne, lady Susan y Lockwood. Por eso, para no echarlos a todos, se clavaba las uñas en las palmas de las manos.

Minerva intentó centrar su atención en la mujer de mirada avispada, pero le era imposible.

—No, necesito algo más fuerte para verle la cara a este hombre —le dijo en voz baja, sin controlar la lengua.

—Tienes razón, ya me fijé en la fiesta que no tiene ningún atributo.

Lady Susan estaba en su misma sintonía. Le sirvió una copa.

—Hasta es un farsante en lo profesional —musitó. Bebió el líquido amarronado de un trago—. Me sirve más.

—Claro. —Tras llenarle la copa, lady Susan dejó la botella entre las dos—. Para que nos caliente el alma a las dos.

—Lo hemos invitado por lo mal que terminó la vez anterior.

Minerva oyó disculparse a su madre.

—No terminó mal —matizó él—, solo hay que dejar claro que una cosa es Minerva y otra, el maestro Ayton.

—Es mi padre —dijo con la sangre caliente por el alcohol.



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